jueves, 24 de abril de 2008

Acústica y Colectivos

Cuando como, cuando duermo, cuando me baño, cuando leo, cuando toco, cuando escribo, se filtran por las paredes, por el piso, por el techo, por la ropa, por mis oídos, por mis testículos, el insoportable ruido de los Colectivos. Tiemblan las paredes, tiemblan mis zapatos, tiembla la J en mi taza, tiembla la cama vacía y desarreglada, tiembla mi paciencia. El 151, el 63, el 182, el 168, y el 42 repleto con hinchas del River yendo y viniendo, generan vibraciones que mueven toda estructura física y mental de Lacroze y Conde. Hace algunas noches atrás, un ronquido de esos que te cortan la respiración –recuerda no dormir boca arriba – me despertó de golpe. Un trago de agua y cerré de nuevo los ojos. Los abro de nuevo. Bajo la Santamaría. Cierro la ventana y los ojos nuevamente. No los quiero abrir que güevo! Me tapo los oídos con la almohada de ropa sucia.

Llegó un momento a eso de las 5 am que parecía que todas los autobuses de todas las líneas de colectivos de Buenos Aires (hay más de 300 líneas y cada línea tiene cientos de buses) pasaban uno tras otro, en fila india, con la finalidad de jodernos la paciencia. Esa misma tarde fue mi primera clase de sonido y no dejaba de recordar la voz del profesor con ese tonito irónico tan natural de los Porteños: las frecuencias agudas se pueden controlar fácilmente, pero las bajas jeje… no hay mucho que se pueda hacer… mientras más ruido externo exista mayor tratamiento acústico hay que hacerle al cuarto, mientras más se quiere aislar, más denso y pesado tiene que ser el material que se use…” hubiese preferido no haber sabido eso.

En Barquisimeto, residencias Villa Lara, uno de los primeros edificios de la ciudad-pueblo, vivía en el piso 1B que daba justo a la Av. Los Leones, paso obligado de todos las gandolas que se dirigían al Zulia y al otro lado del país, hasta el smoke de las máquinas ruidosas entraba a mi cuarto, pero el ensordecedor ruido (tan ensordecedor como el de Lacroze y Conde) era enmascarado con el también ruidoso aire acondicionado. Años después en Potrerito, lejos de toda contaminación sónica, lejos de todo gruñir de máquinas, lejos de la tierra negra, mi oído comenzó a percibir sonidos que no hubiesen sido posible escuchar en la ciudad, el cantar desafinado de los pájaros, el particular chancleteo de mi padre, el movimiento de las hojas, el zumbido de las alas del colibrí, y si prestaba más atención podía saber hasta que tipo de vehículo se acercaba a la casa así estuviese a más de 300 metros de distancia. No es exagerado… las ondas graves al ser de tan baja frecuencia, mueven mayor energía, viajan mayor distancia que las ondas agudas, por eso el sonido a la distancia se escucha tan apagado… hubiese preferido no haber sabido eso.

El servicio de Colectivos de Buenos Aires nunca duerme. Si sales de una fiesta a las 4 de la mañana valiendo ni medio de la pea, sólo te tambaleas o te arrastras hasta la parada correspondiente del Bus que pasa cerca de tu casa, y listo. De hecho, a esa hora es muy probable que vayas a ir de pie porque segurito va a estar repleto de gente. Ahora, el punto en contra del sistema es que, si por tu refugio pasa una de las tantas líneas de colectivos, lo hará de día y de noche (aunque con menor frecuencia). En tu casa estarás a salvo de los choros, pero no del ruido de los colectivos, a no ser que tengas aire acondicionado, a no ser que vivas a las afueras, a no ser que no seas estudiante de sonido y te importe un comino todo lo que he escrito. Hubiese preferido no haber sabido nada, porque en este momento que estoy tratando de producir un disco, no me molestaría en pensar (como ahora lo hago con obstinación) en la fortuna que me costaría ensanchar las paredes y hacerlas dobles, poner piso flotante, colocar paneles absorbentes, difusores y trampas de graves en una habitación de 2x3, para tratar, ciertamente en vano, de lograr un aislamiento total del exterior, un aislamiento imposible en una ciudad tan contaminada por el ruido de los Colectivos.

JG

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