miércoles, 30 de abril de 2008

Cagueta, !y Qué!

Hace ya dos meses que nos mudamos a un cómodo apartaco en Lacroze con Conde, una excelente ubicación, a 9 cuadras del Instituto, a Anali le queda muy cerca de Ciudad Universitaria, sólo toma el insoportable 42 en la esquina y en 15 minutos se le ve sonriente por los jardines de la Facultad. Estamos a 9 cuadras de la línea B del Subte y la estación del Tren, y a 7 de la línea C en la Av. Cabildo. Nuestro apartamento lo alquilamos sin amueblar (amoblar), sólo había camas, una buena nevera, una mesa grande con 6 sillas, un wok, un sartén, dos ollas: una grande como para pasta, una pequeña para el cafecito; dos mopas, un coleto podrido, un balde rojo. Hace un mes la antigua inquilina vino a buscar las mopas y la olla del café, disculpá con tanto quilombo se me olvidó chevármelos… desde ese día se hace el café en la olla de pasta.

Nuestra cómodo apartaco está temporalmente amoblado (amueblado) con peroles ajenos. Diego tuvo que salir de su espacio ya que los dueños iban a venderlo y nosotros recibimos con solidaridad y agradecimiento sus macundales sin pensarlo, podés usar lo que quieras. Hubo una cosita a la que le puse el ojo – él todavía no lo sabe -. La bicicleta. Vi los cauchos espichados, y como quien no quiere la cosa, busqué el inflador. Dejé la bici una noche con los cauchos infladitos para corroborar si a la mañana siguiente seguían con aire. Temprano revisé, habían perdido un poquito, inflé de nuevo, la monté en el ascensor. Ya en la calle, al primer pedaleo, un viejo sentimiento infantil me invadió.

Es muy agradable pasear bici por Buenos Aires (los Holandeses se la tripean demasiado), es toda plana, por lo que podría recorrerse en su totalidad si se quisiera. Pero sería una locura! pensé… mejor mantenerse dentro del barrio sin volverse loco, no vaya a ser que me pierda, que se espichen los cauchos, que me roben, que me choque un carro, que me lleve el tren… pero que excusas más chimbas, que cagueta que soy… cargo la guía T encima por lo que no hay posibilidad de perderse y los cauchos están aguantando el tute que le estoy dando, dudo que me roben, si estoy pendiente no me van a chocar y lo del tren es una estupidez (sería la noticia del día en las televisoras amarillistas). En fin, pasear bicicleta en esta ciudad es el Rock.

Di vueltas y vueltas por el barrio, esquivando el pupú de los perros, manteniéndome lo más a la derecha posible del carril como decía el manual, disfrutando de las calles y sus casas, de los parques, la gente haciendo Yoga, jugando a la pelota, el indigente leyendo a Dowstoiesky… al rato ya no hallaba como colocarme en el asiento por el típico dolorcito en las nalgas aguanta, no seas marico chico!… en una de esas vueltas me conseguí con una bajadita no muy empinada y advertí que los frenos traseros no estaban funcionando bien, por lo que comencé con precaución a usar los delanteros, pero justo en ese instante, un antiguo miedo se apoderó de mí: aquel niño atrevido de 11 años recorriendo el Cafetal, bajando a toda velocidad por las cuestas empinadas, parado en la bici con los brazos como el Chuo en la Cruz, montándose en las aceras con destreza digna de los X Games, y en un milisegundo, un auto aparece de la nada, el niño asustado aprieta el freno delantero por error (o por bruto) y la imagen imborrable, el close up aéreo en cámara lenta de la bici quedándose atrás, el asfalto cada vez más cerca, el platanazo, sangre en las rodillas y manos, sin aire en el estómago… esa imagen, me invadió en el momento de apretar con precaución el freno delantero, mejor regreso a la casa.

Ayer, Damién me invitó a un parque que es una belleza en la Provincia de Vicente López que bordea al río. En el camino pasamos buscando a un amigo de él. Su casa era un árbol, - Cha bajo dijo desde lo más alto. A los minutos apareció con su gran mostacho y una sonrisa Hola, en 20 minutos tengo que estar en la facul, cogió su bicicleta y seguimos nuestro rumbo, los tres a pie. Que bonita bici le digo, Gracias está recién pintada. Llegamos al parque, estaba cerca. Se veía el río y muy a lo lejos, la Ciudad Universitaria.
- Mira y en que Universidad estudias?
- Arquitectura en la UBA, allá -
señala -en Ciudad Universitaria.
- Y no es muy lejos de aquí
- pregunto extrañado.
- A pie sí, pero en bici llego a tiempo.
- Es que el se ha recorrido prácticamente todo el país en bici -
me dice Damien
- En serio!?
- Sí, pero claro, tomo el tren y ando en bici…
- Fuiste a Córdoba?
- Sí –
responde serenamente
- a Rosario?
- Sí, y a la Patagonia también…
- a la mierda! Y yo que de vaina salí de mi barrio y andaba todo asustado –
dije muerto de risa
- ¿En cuanto tiempo llegas a Ciudad Universitaria? Pregunta Damién
- Si el viento está a favor, en 10 minutos…por cierto, ya me tengo que ir, un gusto conocerte Chon… y desapareció como un rayo.

Que cambio de paradigma chico… debo aceptar que soy un cagueta…

¡y qué!

JG

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